„Da igual adónde se dirija la mirada. No hay otro color que el rojo. Viajar al oeste de Budapest es adentrarse en el camino de la desolación. La ola tóxica de lodo rojo se tragó por unos momentos las poblaciones de Kolontar y de Devecser. La balsa de residuos de una empresa minera pilló por sorpresa el lunes a mediodía a los vecinos de la zona afectada, a 165 kilómetros de la capital húngara. Un millón de metros cúbicos, un volumen equivalente al del estadio del Real Madrid. El panorama es desolador. En Kolontar la mayoría de las viviendas están derruidas por la fuerza del lodo alcalino, con un ph13 en una escala de 14. El balance es, hasta el momento, de 300 evacuados, al menos 120 heridos, seis desaparecidos y cuatro muertos.
El barro ha dejado la marca de su paso en árboles, viviendas, vehículos; todo está enfangado y teñido de rojo. Caminando con dificultad, Ottila y Norbert van ataviados con trajes de agua y botas impermeables. Se cubren la boca con mascarillas. Han vuelto al pueblo con la esperanza de recuperar alguno de sus bienes, pero no queda nada. Solo han hallado el bolso de su madre. La ola de fango sorprendió a la mujer y a su hermana en la vivienda. Hoy están ingresadas en el hospital, con quemaduras provocadas por el agua corrosiva: »No queda nada«, se lamentan. »Acabamos de rehabilitar la casa, pero no podemos salvar nada«, dice Norbert, en el interior del dormitorio anegado por un palmo de agua sucia. El mobiliario está desordenado, la cama volcada.
En el garaje de Barta Laszlo, de 48 años, uno de sus coches se ha incrustado en el otro. Exclama con el dolor marcado en el rostro: »No quiero volver a vivir aquí!«. En la misma población, Yula Togolich camina con las únicas pertenencias que ha logrado recuperar: un par de bombonas de gas. La gran ola de barro tiró una de las paredes de su casa. Afirma que su suegra y el marido de esta están desaparecidos.”