„Mubarak y su dictadura humillaron a los ciudadanos y dieron muerte a muchos de ellos. Pero la revolución no se llevó a cabo para que el tirano y sus cómplices padecieran en carne propia lo mismo que ellos hicieron, sino para instaurar un régimen de libertades en el que nadie fuera víctima de abusos por parte del poder. Una eventual pena de muerte contra todos o algunos de los procesados sería un motivo de oprobio contra una revolución que no incurrió en ninguno cuando Mubarak trató de aplastarla a sangre y fuego. Tampoco sería un buen augurio para el futuro de Egipto que la necesaria justicia contra el antiguo dictador y sus cómplices se deje tentar por el espectáculo, difuminando la frontera con el oportunismo político o el deseo de venganza.
El juicio contra Mubarak y sus cómplices solo marcará un antes y un después si Egipto se dota de una Constitución democrática. Pero eso no se decide en el interior de la sala, sino en las instancias políticas provisionales donde deberían adoptarse las reformas para que los egipcios puedan expresar libremente su voluntad. Entonces, y solo entonces, el nuevo régimen habrá roto con el anterior.”